Por: Ramón Pons

En el siglo pasado, frente a las condiciones culturales en que se encontraban las mujeres: sin derecho al voto, bajos salarios, malas condiciones de trabajo, etc. Anna Jarvis, en 1907 en West Virginia, celebró el primer servicio cultual de lo que ya en 1914 vendría a ser oficialmente el día de las madres.

No se puede ignorar las implicaciones comerciales de este evento y lo que ha significado a lo largo de los años.

El evento muy pronto se internacionalizó, aunque no en la misma fecha ni bajo el mismo criterio; tampoco en todos los lugares. Aunque la celebración de la mujer es algo más antiguo, pero realmente eran celebraciones por diosas femeninas que tenían alguna incidencia en la vida de las distintas sociedades. Así, en México tenemos la celebración en una fecha fija, 10 de mayo, en Estados Unidos es el segundo domingo de mayo. En otros lugares se celebra el último domingo, Nicaragua lo hace en una fecha fija, cada 30 de mayo, sin importar qué día de la semana sea. Panamá lo reserva para el 8 de diciembre.

Con todo lo rimbombante que se celebra el día de las madres, el día del padre es algo que pasa más desapercibido. Al menos, acá entre nos… Podría ser por la misma razón de que se celebra en distintas fechas en diferentes lugares. O, simplemente, porque no es un día tan “comercial” como lo es el día de las madres.

Lo cierto es que no se ve con el día del padre lo que vemos cada año: Termina Thanksgiving y de una vez vemos como el mercado se mueve hacia navidad; pasa ésta y ya empiezan las ventas para san Valentín y de ahí se brinca al día de las madres. Luego vienen las graduaciones. Y de esta, ya pronto celebraremos la “graduación” del bebé cuando aprenda a decir “mamá”. Y el día del padre pasa por debajo de la puerta.

No es que sea mi intención animar a que tiremos la casa por la ventana celebrando al papá. Es más bien notar la curiosa observación de cómo el día del padre pasa tan desapercibido. ¿Cuál es el problema con los hombres?

Imaginemos que se llega a la vejez. La mujer tiene más garantías de encontrar apoyo y refugio en la familia que ha generado. En cambio las posibilidades de lo mismo para el varón son más escasas o menos alegres. Prueba de esto es que todos están claros sobre el día de las madres y muy pocos saben cuándo es el día del padre.

Una razón puede estar en la manera cómo el varón procesa las emociones. Se considera, entre los machos alfa, que mostrar emociones no es muy masculino. Aunque olviden que la agresividad se origina a partir de emociones, pero son esas emociones que se consideran debilidades las que muchas veces el varón oculta. Hay que ser “machos” y saber aguantar, aunque se le tenga terror a la aguja de una jeringuilla.

¿Es que acaso el varón no está preparado para expresar compasión? No se trata de que no la sienta o la viva. Realmente la compasión es lo que ha inspirado las grandes causas y ha movido a los hombres que han forjado la historia. Aunque muchas veces, equivocadamente, la compasión se ve como debilidad.

No se puede negar que la mujer es más resiliente que el varón. Para el hombre es mejor romperse que ceder. Y no hablemos de la tolerancia.

Cuando la pareja es más pareja, tienen más armonía. Pero por ahí andan unos locos gritando que la masculinidad va desapareciendo, que ya no hay hombres como los de antes, con todo lo que esto implica. Podemos preguntarnos qué hay de cierto en eso, o si de verdad es más de hombre comportarse como animal en vez de caminar hacia la meta de la plena realización como seres humanos.

El día del padre llegará y pasará como pasan otros tantos días. Y a algunos sólo les quedará la cruda. Es cierto que siempre podemos ser mejores si nos lo proponemos. Aprovechemos el día de hoy, hagamos un pequeño esfuerzo, que eso llega lejos, y cambiemos nosotros para cambiar el mundo y la sociedad en que vivimos

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