Por: Ramón Pons
Sólo hay que ver las noticias de la semana, mientras que algunos lugares sufren por la escasez del agua, otros por su abundancia. Fuegos e inundaciones por diversos lugares del mundo. Esto impactará las cosechas y provocará una escasez de alimentos que llevará a un precio elevado los pocos que quedarán disponibles.
No se trata tanto de poner atención al clima, al cual no podemos controlar, por más que las teorías de conspiración digan lo contrario, sino de poner atención a la ecología, esa disciplina científica que estudia las interacciones entre los organismos y su entorno, así como los procesos que regulan la distribución y abundancia de los seres vivos en la Tierra.
Es la ecología importante y necesaria para la conservación de la biodiversidad, pues cada organismo vivo tiene una función particular que además es importante para el balance ecológico tan necesario. Nada más piense en la importancia de las abejas en el proceso de polinización de las flores. Muchos frutos no existirían si no fuera por el trabajo de las abejas. Hasta las lombrices del suelo son importantes porque proveen nutrientes necesarios para la alimentación y salud de las plantas.
Por otro lado, ignorar su importancia tiene efectos negativos para la calidad de vida de los seres humanos. La mayoría de las veces, los daños a la ecología son producidos por la misma actividad humana en el ecosistema: la deforestación, la contaminación del agua, la contaminación atmosférica, la sobreexplotación de los recursos naturales, la degradación del suelo y la introducción de especies invasoras, etc.
Entonces luego nos quejamos de la reacción de la naturaleza ante el despiadado ataque de la humanidad.
La misma Biblia, aunque no hagamos una lectura creyente de ella, desde la fe, sino simplemente como una biblioteca cultural que tiene muchos años de antigüedad y posee una verdad sobre la vida del hombre en su relación con la naturaleza advierte: “Seis años sembrarás tus campos y sacarás sus frutos; al séptimo no los cultivarás y los dejarás descansar. Los pobres de tu pueblo comerán lo que encuentren allí, y si sobra algo, lo comerán los animales del campo. Harás lo mismo con tu viña y tu olivar” (Éxodo 23, 10-11).
Para prevenir y mitigar los daños ecológicos, es importante adoptar prácticas sostenibles en todos los sectores de la sociedad. Esto implica promover la conservación de los recursos naturales, la utilización de fuentes de energía renovable, la implementación de políticas de gestión ambiental efectivas y la educación y concienciación sobre la importancia de proteger el medio ambiente.
En definitiva, una vida más reconciliada con la naturaleza. Y esto es algo completamente ausente en la vida de las sociedades que viven en ciudades aparentemente ricas, desde las cuales se dirige y promueve una explotación de la tierra y la naturaleza más allá de sus propios recursos disponibles.
Y nos encontramos con una gran paradoja en los últimos años. Se trata de la moda de lo “orgánico”. En realidad, lo orgánico hace referencia a la inclusión del carbono en la composición química de los distintos elementos, pero en esto aplican al concepto al modo de producción que trata de lo más natural posible, sin el uso de elementos químicos que ayuden o protejan la producción. Y lo “orgánico” es precisamente lo más caro de la canasta familiar.
Despreciamos el campo, la vida en acuerdo con la naturaleza. Allí la gente no paga para ir al gimnasio porque en el labrar la tierra se forjan saludablemente. No se trata de una fantasía bucólica, pero debemos saber mirar esa vida con sabiduría y aprender sus lecciones para la conservación del medio ambiente.
Hace muchos años Bernanos escribió: «Digo que los pobres salvarán el mundo, y lo salvarán sin querer, lo salvarán a pesar de ellos mismos, no pedirán nada a cambio, a falta de conocer el precio del servicio que habrán prestado, harán este colosal negocio, y naturalmente no recibirán ni un céntimo por ello». George Bernanos (1888-1948), “Les Enfants humiliés: Journal 1939-1940